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La máquina expendedora del restaurante de ramen de Hiroshi Nishitani en Tokio lleva funcionando sin problemas una década. Los clientes le insertan dinero y la máquina imprime sus pedidos mientras Nishitani prepara fideos frescos en la cocina. La comida se sirve en cuestión de minutos, una vez que el cliente entrega el pedido al par de cocineros del mostrador.
Pero la máquina tiene los días contados. Japón va a introducir una nueva serie de billetes este verano, algo que hace cada 20 años aproximadamente para impedir la falsificación. La máquina, que ya es demasiado vieja para aceptar los últimos diseños de monedas, no aceptará los nuevos billetes, según Nishitani.
“La máquina expendedora está en perfectas condiciones”, dijo, expresando su frustración por tener que comprar una nueva y costosa unidad suitable con los nuevos billetes.
Por todo Japón, restaurantes, cafeterías, lugares para tomar un baño y otros negocios se enfrentan a una perspectiva related. El país cuenta con 4,1 millones de máquinas expendedoras, según Nikkei Compass, una base de datos de informes del sector. Muchas de ellas quedarán obsoletas cuando en julio entren en circulación los nuevos billetes de 1000, 5000 y 10.000 yenes con tecnología de holograma.
En Japón, donde la mano de obra está disminuyendo, las máquinas reducen la necesidad de cajeros y meseros. Entre los más dependientes de las máquinas están las tiendas de ramen, que sirven una de las comidas favoritas y más asequibles de la clase trabajadora japonesa.
El ramen, fideos de trigo en un caldo de rico sabor, se convirtió en parte basic de la cocina japonesa tras popularizarse en la década de 1980 con el despegue de la economía del país. Los restaurantes se extendieron a medida que la gente clamaba por esta comida rápida y saciante y los cooks experimentaban con nuevos ingredientes. Muchos cocineros dedican ahora su vida a perfeccionar el plato. Nishitani, quien tiene 42 años, empezó a preparar ramen a los 17 años.
Los fideos son un alimento básico entre los trabajadores de la construcción y las fábricas, los asalariados y los estudiantes en busca de comidas baratas. Muchas tiendas de ramen se agrupan en torno a las estaciones de tren, atendiendo a los viajeros.
Un reciente martes por la tarde, los estudiantes de una universidad cercana se reunieron para un almuerzo tardío en la tienda de nueve asientos de Nishitani, Goumen Maruko.
Nishitani y sus tres empleados venden unos 100 platos al día. Cada uno cuesta menos de 1000 yenes, unos 6,50 dólares. El plato más widespread es un bowl estilo Jiro de 5 dólares: fideos con una montaña de verduras y trozos de grasa de cerdo empapados en un humeante caldo de cerdo y pollo. Los platos más caros, que vienen en raciones más grandes, cuestan unos 6,20 dólares.
Para cubrir el costo de modernizar o sustituir las máquinas expendedoras, algunos ayuntamientos ofrecen subvenciones, pero la mayor parte del costo recaerá en los propietarios de las tiendas. Una máquina nueva puede costar dos millones de yenes, unos 13.000 dólares, afirmó Masahiro Kawamura, director de ventas de Elcom, una empresa de Tokio que vende máquinas expendedoras de recibos de órdenes.
Yoshihiro Serizawa, quien regenta una tienda de soba en Tokio, dijo que gastó unos 19.000 dólares en su nueva máquina, que también acepta el pago sin efectivo (“una enorme carga financiera”, dijo). La cantidad equivale a más de 6000 pedidos de su plato más widespread: soba con verduras mixtas y tempura de marisco, que cuesta algo más de 3 dólares.
“Hay que pensar constantemente en cómo recuperarás el dinero”, dijo Serizawa.
Los nuevos billetes aumentan la presión sobre las pequeñas empresas japonesas. Recientemente, la inflación se ha acelerado tras permanecer baja durante años, y el país ha entrado en recesión.
El aumento de los precios de la harina y la electricidad se ha sumado a los gastos de las tiendas de ramen en explicit. Según los analistas de Tokyo Shoko Analysis, 45 restaurantes de ramen de todo el país se declararon en quiebra el año pasado, la cifra más alta desde 2009. Con clientes poco acostumbrados a la subida de precios, los negocios han tenido problemas para aumentar los suyos.
Entre los cooks de ramen, el límite ampliamente aceptado de precio por un tazón se conoce como el “muro de los 1000 yenes”.
“Realmente no quiero subir más el precio”, dijo Nishitani.
Cuando Japón lanzó su última serie de billetes en 2004, modificar las máquinas expendedoras y emitir 10.000 millones de nuevos billetes costó cientos de millones de dólares. La demanda fue tan alta que un fabricante cercano a Osaka, llamado Glory, vio triplicados sus ingresos netos, según un informe anual.
La transición a las nuevas máquinas podría llevar años. Para el verano de 2023, solo alrededor del 30 por ciento de las máquinas expendedoras de bebidas podían aceptar las monedas de 500 yenes introducidas en 2021, según el periódico japonés Sankei Shimbun.
La máquina expendedora de Nishitani tampoco funciona con esas monedas. Según un funcionario municipal, su distrito de Tokio subvenciona hasta 1900 dólares para nuevas máquinas. Nishitani se rio ante la concept de que ese fuera un monto suficiente.
A falta de dos meses para que se emitan los nuevos billetes, Nishitani aún no ha hecho el pedido de una nueva máquina. Hace poco empezó a aceptar pagos mediante un lector de tarjetas de crédito. Pero eso ha conllevado más gastos administrativos y más trabajo.
“No me acostumbro en absoluto”, dijo.
Kiuko Notoya es una reportera e investigadora que vive en Tokio y cubre noticias y reportajes de Japón. Más de Kiuko Notoya
John Yoon es un reportero del Instances radicado en Seúl que cubre noticias de última hora y de tendencia. Más de John Yoon